jueves, agosto 13, 2009

LA PRIMERA NOVELA ANCASHINA SE ESCRIBIO EN HUARMEY - Parte III

(Continuación del anterior titúlo)
La cuarta característica son los PERSONAJES, que pueden “ser reales o ficticios y que a la vez desarrollan la acción narrada por el novelista”[1]. En LTH podemos encontrar personajes reales recreados en el texto, que comparten protagonismo con el narrador, como se lee en los siguientes párrafos: “El poeta de los ojos azules y el hombre de la maquinita” (p. 36), “Bebimos la famosa chicha de Huarmey y salimos a respirar aire; a la orilla del mar” (p. 37), éste es el único párrafo donde el narrador aparentemente coincide con el autor, pues se refuerza con éste: “Pasamos una noche distraída. Poesías, chascarros y leyendas… Vieron mis apuntes sobre la historia de los tesoros de Huarmey y se entusiasmaron de un modo sorprendente” (p. 37), convirtiéndose de esta manera en narrador-personaje o narrador protagonista, técnica en la cual “la narración suele ser autobiográfica, ya que el narrador-protagonista se sitúa como centro de la acción y relata los hechos desde su propio punto de vista”[2].

Para seguir encontrando características que avalen mi teoría de que LTH sí es una novela y no un simple “mosaico de anécdotas, estampas y descripciones”, puede apreciarse que a lo largo del texto narrativo se hallan personajes principales y secundarios, y, como en toda novela, es “fundamental que el narrador ofrezca al lector una caracterización de los personajes”[3] que puede ser física y psicológica. Es física cuando “se describe el aspecto y el modo de vestir”[4]: “–Y tú… qué flaco y descolorido, como un pescado seco… (p. 12), descripción que realiza Pedro Anzúrez-hijo, de su cuñado Norena, o sea, descripción que hace el autor a través de uno de los personajes. Pero también están las descripciones que hace directamente el narrador, como por ejemplo: “Chumbille era un tipo prieto y sarnoso, los ojos amarillos, feo y antipático como un perro con caracha. Se rapaba la frente estrecha, hasta aparecer calvo, para que dijeran que era pensador. Tenía una risa forzada, que lo hacía más repulsivo. Vestía elegantemente y tiraba una pista, imitaba a Abraham Valdelomar…” (p. 93); “Vestidos de diablo fuerte, botas de montar, sombrero de Catacaos, espuelas roncadoras. Pellón sampedrano, alforjas multicolores y mula con apero de plata, era el típico hacendado de cabecera de sierra…” (p. 81).

En la caracterización psicológica se describe “cómo piensan, qué opinan ante la realidad circundante, cómo se comportan”[5]: “Yo, soy enemigo de los malos curas y del diablo, tú eres amigo de ambos” (p. 7) esta es la autodefinición que se hace el personaje Rusquin. Pero el narrador también hace lo suyo y describe a sus personajes: “Ruskín… así apellidaba el viejo filosofo, amante del buen vino, y amoroso padre de trece frescas muchachas” (p. 18); “Y Ruskín, borracho de vino y dicha, con los recuerdos se emocionaba, y una lagrima furtiva rodaba por la mejilla. Pero se rehacía colérico: ¡Judíos, mercaderes, ¡arrancad los árboles! Sembrad algodón… ” (pp. 19-20).

Dentro de una novela existen varios tipos de personajes, entre ellos el agente de la acción, quien “lleva el peso del desarrollo argumental y es el centro de atención de la historia narrada”[6]. Según éste concepto, podemos afirmar que el agente de la acción es el “viejo buscador de tesoros”: Felipe de Norena, alcalde del pueblo, porque es en la figura de este personaje que gira toda la historia narrada.

Otros tipos de personajes, son los que van incrustados como elemento decorativo, aquellos que “no aportan nada fundamental a la acción, sino que su función se limita a dar credibilidad a las acciones que le suceden al protagonista”[7]. En este caso podemos mencionar al hombre tatuado, el poeta de los ojos azules o Salomón Sardinas, entre muchos otros personajes que aportan acciones que permiten hilvanar la historia que se cuenta, teniendo como personaje central a Felipe de Norena.

También se dice que dentro del texto narrado existe un portavoz de la ideología del autor, ya sea protagonista o secundario, pero que le sirve al autor para “aportar su punto de vista personal al desarrollo argumental”[8]. Determinar quién sería el portavoz de la ideología del autor en el conjunto de hechos narrados, donde conviven mentes idealistas y materialistas, amadoras del deleite o desprendidos personajes por la conservación de las tradiciones y las costumbres, se nos resulta una tarea dificultosa si no tenemos más noticias del pensamiento social o político del autor. Lo que sabemos de ERZ es que fue periodista de profesión, ejerció la política a través de su cargo como alcalde del distrito huarmeyano, probablemente siguió algunos lineamientos ideológicos de José Carlos Mariategui, de ahí su aporte intelectual con la publicación de El amauta Atusparia, en la revista Amauta, que dirigiera Mariátegui. Fue un querido agricultor en la ciudad de Huarmey. Todo ello no basta, sin embargo, para determinar cuál es su punto de vista personal dentro del texto narrativo. Pero sí debo concluir que ERZ sintió un profundo afecto por la tierra de las warmys, de ahí la inmortalidad del pueblo en su libro LTH, y no solo ello, sino que llegó a contraer nupcias con una legítima huarmeyana: Rosario Morante.

La quinta y última característica es la de EL NARRADOR o la voz que cuenta lo que sucede en la novela. Hay dos tipos de narradores: el omnisciente y el narrador personaje. En la novela LTH, existe un narrador omnisciente que cuenta todo lo que los personajes hacen, dicen o piensan, excepto en dos subtítulos: en el que da inicio a la tercera parte del libro: “Carta de Cipriano X Rubira” (p. 51), texto dirigido al narrador del libro, donde reseña el momento en que conoció a Felipe de Norena y sobre la expedición que realizó –por la insistente invitación de Norena– al pueblo de Huarmey y al cerro Maltino. En este subtítulo, es el personaje quien se dirige al narrador, convirtiendo a Cipriano X Rubira en “narrador secundario” dentro de la obra. La otra excepción está en el subtítulo “El poeta de los ojos azules y el hombre de la maquinita” (p. 36), aquí el narrador se convierte en narrador-personaje. ERZ emplea el recurso narrativo llamado “narrador protagonista”, porque hace que el narrador relate los hechos desde su propio punto de vista: “Debo tener una proletaria facha de mecánico, con mi overroll y mi gorra, cuando el ente de las gafas con tanto ahínco me habla de maquinas eléctricas” (p. 36), “El hombre de la maquinita nos muestra su artefacto ‘maravilloso’, que saca de una alforja de cuero” (p. 38).
Este ha sido un breve repaso de las características que todo texto narrativo debe tener para ser considerado como novela, y esto se ha comprobado de manera detallada. En conclusión, LTH posee todas las características técnicas y narrativas de una novela.

[1] Ibídem.
[2] Ibídem.
[3] Ibídem.
[4] Ibídem.
[5] Ibídem.
[6] Ibídem
[7] Ibídem.
[8] Ibídem.

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