domingo, octubre 29, 2006

PALABRAS SOBRE UNOS VERSOS QUE ENCARNAN MI VIDA

A propósito del poemario
"Árbol era esa mujer",
de Víctor Hugo Alvítez

Gracias a los mensajes permanentes de El Ornitorrinco supe de la existencia terrenal de un poemario de Víctor Hugo Alvítez** publicado en Chimbote, cuyo título me impactó en cuanto deposité mi mirada sobre las 16 letras que lo conforman: Árbol era esa mujer. “¡Mierda! –grité– qué buen título”. Desde ese momento ansié albergar en mis manos a “esa mujer que fue árbol”. La imaginé desprendiéndose de una alforja, tiñéndose con el color ancestral de San Miguel de Cajamarca, la tierra de su autor; me la figuré libre y soberana, desparramando en su andar hojas con silueta de cariño; imaginé el reino del matriarcado... todo fue imaginación. Un mes después, aquí en Madrid, pude tocar la pulpa de su vigor y la excelsa versatilidad con que se desplaza hacia mundos que anuncian que todo es posible “con sus veranos siempre florecientes”. La verdad, fueron dos los poemas que me impactaron en desmedro de mi alegría, porque más que nunca anhelé estar cerca de los míos, y me cayeron fatales los minutos de lectura. Aún así, el libro permaneció en mis manos. El tren hacia Fuenlabrada seguía su rumbo, unos bajaban otros subían, ¡qué mierda importaba!, estábamos los poemas y yo, solos, nadie más. En una suerte de rito, nos desnudamos, rezamos, nos acariciamos y lamimos de puro gusto y capricho. La verdad que sentí el placer de los versos y en ese momento saqué mis propias conclusiones: un buen poema es aquel que me hace reír a solas, me cosquillea el alma y provoca una carcajada “que me jode” (como dicen los españoles); pero un mal poema me pone serio, desganado, frío, un mal poema tartamudea hasta en la más celebrada palabra. Sin embargo, con los versos del poema “Árbol era esa mujer”, el que da título al libro, me reí a carcajadas porque sentí la finura del torso desnudo de mi esposa lejana, sus pechos equilibrados por la magnificencia de la naturaleza y que un día me los ofreció para enseñorearme con ellos y delirar en su olor de mujer mochica.

Los versos entregados por el más rebelde integrante de los infiernos terrenales, el Pisadiablo (que es el bello sobrenombre del poeta Víctor Hugo Alvítez), tocan la fibra más sublime, hacen respingar en el momento de la concepción de los sueños; a mí me hicieron tocar las posaderas de mi mujer en pleno viaje en tren, delirar mientras leía: “¿Era árbol o mujer?/ Allí está recostada/ sobre anónimos caminos/ asómbrese la redondez de sus senos/ y pezones geranios”… “¡Carajo –exclamé–, qué has escrito, Pisadiablo!”, porque un poema es bueno cuando tiene parte de tu vida metida entre sus llagas, entre sus palabras florecidas, aunque sus versos sean sencillos; con ello, hasta un adolescente los podrá saborear como saborea los labios pintados con colorete de su novia quinceañera; serán versos intemporales, sin caducidad, porque no se regirán por una moda literaria sino por una emoción que encarna la vivencia terrícola de un hombre; y en este caso particular, de un poeta andino que “siempre tiene pisado al diablo”. De ahí quizá provenga su fuerza, por ser más compatible con la divinidad celestial que con la sagacidad malévola de quienes escriben versos inexplicables e indescifrables con el estúpido cuento de que están innovando, cuando en el fondo no hacen más que alejar a esos lectores pertenecientes a los sectores sociales “D” en adelante (hasta terminar con todo el abecedario), permitiendo que la poesía sea sólo una ruma de palabras hechas a la medida de los académicos, quienes suelen soltar rollos que en ocasiones ni ellos mismos entienden. Lo que en realidad se quiere es que la poesía se propague entre la gran urbe y los asentamientos humanos del Perú, y no para liberar, porque la poesía no libera a nadie, sino para sublimizar y conseguir que las personas exterioricen sus verdaderos sentimientos gracias a un poema. Con poemarios como Árbol era esa mujer se consigue que la poesía sea asequible por la gran masa, porque un poema no debe contener palabras rebuscadas o signos inventados, sino expresiones que pertenezcan al sentimiento del lector.

Otro de los poemas que me colmó haciéndome reír a rabiar fue “Muerto de nostalgia”: “Tú no sabes/ cuánta nostalgia/ siente el alma/ al abandonar/ un puerto/ la amada/ un rancho de esteras/ un bote”. En estos versos me miré y espanté de mí mismo, se trataba de un espejo cruel y nostálgico que contenía mi vida, la actual melancolía de mi estadía madrileña, porque, la verdad, yo también abandoné un puerto, a mi amada, mi casa con techo de esteras, aunque no un bote (porque nunca lo tuve), pero al abandonar un puerto estuve dejando el sonido de las olas, el cantar de las gaviotas, ese olorcito que en horas de la madrugada penetra por las calles de mi barrio Santo Domingo. Al abandonar a mi amada, dejé un sexo en estado latente y de espera, unos labios cicatrizados, señalados por la huella de unos besos, los dejé postergados y con la posibilidad de ser allanados por otros, entonces eso duele, agobia, robustece la nostalgia. Al abandonar un rancho de esteras, estás dejando tu vida, tu infancia, ese agujerito en la estera que en las mañanas permite el ingreso de un chorrito de luz para caer oblicuamente sobre el pan que va a ser devorado por unos dientes maltrechos por las caries. Con el poema “Muerto de nostalgia” abrí una herida, porque la nostalgia “nos ahoga”, como dice “el pisador del diablo”, así me sentí al leer ese poema.
Creo ahora que este sentimiento hecho público sólo ha sido posible tras la lectura del poemario de Víctor Hugo Alvítez, pero también el aplaudir y celebrar desde la distancia sus versos, y no cansarme de leer, como inmigrante en un país europeo, lo que no dejan de decirme estos versos: “Tú no sabes/ cuánta nostalgia/ siente el alma/ al abandonar/ un puerto/ la amada/ un rancho de esteras... (porque) El vacío no es del mar/ (porque el vacío) es el sentimiento/ más grande/ que ofrece la nostalgia/ y nos ahoga...”.

Madrid, España, 9 de octubre del 2004

(**) Víctor Hugo Alvítez (San Miguel, Cajamarca, 1957), labora en la Oficina de Proyección Social de la Universidad Nacional del Santa (Chimbote). Además del poemario comentado, ha publicado Huesos musicales y Confesiones de un pelícano e Inventario de palmeras.

lunes, octubre 23, 2006

SINFONIA LENTA PARA UN AMOR AUSENTE

Mudo y solitario va mi corazón que amó un día
Retaceando antiguos ropajes
Llenos de aroma pueril de la melancolía.

Son lánguidos sus ojos,
Umbrosas sus cabelleras.
No guardo por ella enojos,
Ni mucho menos sus toscas quimeras

Solo mi corazón ciñéndose el lomo
Para un matutino vuelo,
Guarda besos, antojos y un mojado pañuelo.
Y para no volver a sus viejas andanzas
Cruza montes, cruza praderas
Y lleva como mortaja el aroma de un ciruelo.
Y aunque el alma guarde tibias semblanzas
Ella muy bien sabe que resistiré camino hacia el cielo.

No guardaré sus recuerdos de la que partió un día
Dejándome con frío y más solo que una montaña.
Para no estar triste ni mucho menos hablar con melancolía
Susurro estos versos desde ésta España lejana

Partió sola y por su propio camino
Festejando partidas, ahuyentando alegrías.
Hoy nos sé qué será de sus huesos ni de su destino
Solo me imagino que estará haciendo lo que más quería.

CLIENTES DE MIS VERSOS

Cuando mis padres se dieron cuenta que escribía poesía, posiblemente habrían sentido desvanecerse por dentro, una súbita luz oscura le envolvería sus cuerpos, y la más trágica sensación sería que estaban perdiendo un hijo, porque mi estado emocional por esos días, era de rebeldía. Hasta seguramente pensaban que mi vida seria una pérdida de tiempo, sin ningún provecho para la comunidad en que vivía, puesto que mi padre, siempre mantuvo el liderazgo en su centro de trabajo, dentro del sindicato a donde pertenecía.
En mis primeras épocas de practicante como escritor de versos, muchos de mis familiares lo veían como una practica en desuso y de mal gusto. Nadie me aplaudía. Era una lucha con la indiferencia. Mis amigos del barrio casi no me tomaban en cuenta para nada, porque nunca jugué una pichanguita con ellos, porque sabían que el fulbito no me llama la atención y que mi vida era solo de un chiquillo flojo, dormilón y sufrido, en el sentido más romántico de la palabra.
Pero será cierto que escribir poesía no es trabajar? aún mucha gente piensa que escribir poemas es una total pérdida de tiempo y el que lo practica es una persona sin ninguna visión de futuro. Es más, hay otros que creen que el poeta es un remedo testarudo del conocido zángano, familia de la abeja.
Miguel Munárriz es un poeta español que publicó un solo libro de versos, actualmente es editor de poesía, agitador poético, amigo de poetas y poetastros, según señala el diario “El País” en su edición del martes 4 de mayo del 2004. Munárriz dice que “la poesía da mucha vida y sirve para todo, sirve para el amor, para el desamor, la política, el aburrimiento... incluso como autoayuda, la poesía es sin duda el género de autoayuda más antiguo, el lenguaje fundamental para entender el mundo”

Ahora los temas de los versos y su influencia en la vida cotidiana de los muchachos de mi barrio de Santo Domingo, es notorio, y han aprendido que una buena correlación de palabras justas y precisas es una buena forma de lograr amistades, amores, besos y hasta beberse un vaso con la popular Chela o con la chica a quien se “afana” o se pretende “caerla” como se dice en criollo peruano.
Desde esta España distante, vengo contribuyendo a que algunos de mis amigos sientan el halago de una chica cuando ésta moviliza sutilmente sus labios, de donde solo sale flores que perfuman su vanidad varonil, luego que el amigo le envía el poema que escribí, previo pedido que hacen por mi correo electrónico o por el Messenger. Según como me cuentan los amigos, la pretendida rebosa de alegría cuando recibe a través de su correo el poema que lleva como titulo su nombre y cuyo agradecimiento es un reguero de halagos vía Internet: Que bonito escribes... Escríbeme otro poema… Están bellos... gracias, eres bonito... cosas así, que al pretendiente solo le causa risa aunque esos gestos de agradecimientos le hace sentir cada día más seguro de poder caerla y hacerla suya o de lo contrario mantener vivo la atracción que posee en la chica. Los amigos a quien prefiero llamarles “clientes de mis versos” me cuentan con detalle de cómo es la reacción de la pretendida. Y eso a mi me llena de alegría de saber que contribuyo a la forja de nuevos amores, fomentando la unión de parejas que consolidan el amor en los tiempos en donde el mundo se debate entre guerras y conflictos sociales, ya sea por el torpe fundamentalismo bárbaro o por las ambiciones petroleras, de quienes pretenden buscar la paz en el mundo, siendo integrantes del consejo de seguridad de las Naciones Unidas y que estos a la vez, son los mayores exportadores de armas en el mundo con el 80% del total del mercado en sus manos.
La fuerza de la palabra bien dicha, conlleva también, a confiar en que un verso tiene la osadía de librar batallas arduas con la indiferencia, con el olvido, con la vanidad, con la templanza firme del capricho femenino, y todo para que el verso o un poema no sea una vieja forma de conquistar, sino una modalidad eterna y primaveral de llegar a cumplir objetivos del corazón, del sentimiento.
La poesía es la forma más alta de la literatura, aunque escribir una novela es más trabajo para hacerlo pero un poema es más sagrado, más cerca al hombre y su territorio profundo de luces destellantes.
¿Hasta aquí seguiremos pensando que escribir poesía no es trabajo? En España en donde más del 52% de la población lee, la poesía no sigue siendo comercial como la narrativa. Hay uno o dos poetas que han acaparado el mercado poético en los españoles. En mi barrio está sucediendo algo que nunca se dio, porque día a día se acrecienta la fe en la poesía para lograr una meta, lograr una hazaña juvenil. Lo siento desde mi recinto de internauta, porque día a día me llegan pedidos de los “clientes de mis versos” que los complazco con mucho agrado.
Miguel Munárriz dice que “lo más importante del poema es que provoque emoción en el lector. Que tenga chispazo y que diga lo que dice y enseñe lo que no dice”
En España como en el Perú y en todo el mundo, se premian a los poetas cuando el poeta ya cumple los 97 años, y lo que es más estrambótico es que en España se le da la medalla de oro al trabajo a un poeta de 97 años... es decir, los poetas tienen que publicar entre 30 libros para que digan que recién ha trabajado y se merece una medalla al trabajo... la mejor medalla que yo tengo en estos días es el pedido de los clientes de mis versos y que con eso contribuyo a que mis amigos besen y abracen solemnemente a su nuevo amor... si es que está en sus habilidades de lograr fortuita hazaña...

sábado, octubre 14, 2006

LA HISTORIA DE UN CUERPO

Conocí un día a un hombre que tenia la piel hecha mugre. La barba espesa y los ojos irritados, no sé si era español pero era de éste mundo.
Un día se levantó dejando su cuerpo tirado sobre la cama y pensó… si me voy camino al trabajo mientras mi cuerpo descansa… pero si el jefe pregunta por él y yo que debo de decir?… no habiendo alcanzando una respuesta contundente se marchó al trabajo, dejando su cuerpo tirado sobre la cama…
Buenos días… buenos días… entró diciendo al trabajo…
Hola… hola… le contestaron los compañeros…
Pero cuando se disponía a coger la pala para irse a remover la tierra de un parque cercano, se percato que le faltaban los brazos y se puso a disimular silbando un flamenco que se lo había aprendido en su tierra…
Y todos empezaron a mirarle oyendo su silbido, los que le miraban eran un peruano, un marroquí, un rumano y un egipcio… cuando se dio cuenta que todos le miraban, empezó a sentirse hundido porque pensó que sus compañeros se habían dado cuenta de que no había venido con su cuerpo… y como queriendo proseguir con su trabajo… trató de mover la pala con sus pies, pero también no habían sus pies… ellos se habían quedado con su cuerpo tirado sobre la cama…así que, lo único que le quedaba era, ponerse firme y seguir disimulando, silbando otro flamenco tradicional de su tierra…
Pero lo que ocurrió nadie se lo esperaba… ni él mismo, su cuerpo entro dando saludos a todos los compañeros, pero nadie contestó al saludo, solo él había escuchado el saludo de su cuerpo… así que, volvió a mirar a los compañeros y nadie lo miraba y como quien se vuelve a poner una camisa y un pantalón, se pone su cuerpo y siente que le entra frescura por todo su ser y sale como un hombre nuevo y ríe con todos… menos con su sombra porque estaba mal humorada de tanto caminar en la oscuridad…sale al patio…y todos sus compañeros sienten que algo fresco se trasciende en el ambiente y uno de ellos pregunta… que te paso hoy… te bañaste... él sonríe…y no dice nada…
En cambio su cuerpo dice… me bañé… me bañé… quede en casa solo y me bañé… pero como si no hablara nadie… porque al cuerpo nadie oía... así que… se salió a trabajar sin decir nada... pero el cuerpo andaba fresco por las calles de Madrid… y estaba siempre observado por los transeúntes que siempre llevaban a sus perros a pasear por el parque… el parque también olía a limpio…España olía a limpio… el mundo olía a limpio… se había bañado el hombre...

jueves, octubre 12, 2006

NO CELEBRO NADA CON MI RISA...

Me río de la nada.

De la bala que hirió de muerte a la risa de un niño iraki, destrozándole el cráneo.
Me río de los déspotas y mentirosos del mundo mundial: de Bush, de Aznar, de La Lourdes sin flores, de la Lourdes sin beso, del Alan patilla blanca.
Me río de la noche que vomita espeluznantes miserias,
Del día que sobrepone el trabajo en vez del amor en los corazones de los hombres.
Me río de ésta habitación vacía, sin ella ni ellos.
Me río de los políticos de mi patria que entorpecen el camino de los que anhelan forjarse un futuro más seguro en medio de su parentela.

No celebro nada con mi risa.

Me río de la locura aunque a veces ella congenia conmigo.
Me río de esos amores que se fueron sin decirme ni un adiós o partieron colina arriba buscando mejor porvenir.
Me río de mis lágrimas que como vidrio roto perecen bajo la penumbra desolada de mis días en Madrid.
Me río de la Universidad que abandone,
De los estudios que deje tirado por las calles de Lima.
De los poetas que se olvidaron de mí
O de los poetas que yo los olvide.

No celebro nada con mi risa.

Me río del enfado de mi vecina que no me saluda
Porque su marido la abandono
Y ahora convive con un hombre dos décadas mayor que ella.
Me río del amigo que se interesa de porqué uso chaquetas que reseñen el nombre de España en el pecho.
Me río de aquellos que borraron mi nombre

de una placa recordatoria.
Me río también de aquellos que borraron el nombre

del autor Del poema:
“Como un holocausto fermentando en mi pecho”.
Me río de la soledad que se desnuda para martirizarme
Y hundirme en el dolor.
Me río de mis cabellos, de mis manos y de mis ojos que no me gustan.
Me río de la mermelada sin dulce y del orgasmo en soledad.
Me río del cementerio y de la cruz que pondrán sobre mi tumba.

No celebro nada con mi risa.

Me río del cuñado pequeño, diabético y malhumorado.
Me río de la pensión de jubilación de mi padre.
De mi futuro sin pensión ni jubilación.
Me río de los reeleccionistas
Y de los candidatos financiados con dinero negro.
Me río del malhumor de mi mujer.
De la desobediencia de mi hijo mayor
Y de la terquedad absoluta del menor.
Me río de mi mismo por no celebrar nada con mi risa.

En cuanto termine de reírme esta risa continuara…

martes, octubre 10, 2006

LEYENDA DEL CERRO LAGARTIJA

Cuentan los antiguos pobladores de la bella Warmy, que en los años de su juventud, rondaba por la villa una lagartija muy peculiar, solía hablar con los niños y en el atardecer se esfumaba, justo cuando el sol se ponía de color ocre intenso fulminante. Fueron muy pocos los ojos pecadores que le habían visto, la lagartija era una secuaz reptil que se explayaba a su antojo, verboseando palabras muy frescas, los niños eran sus favoritos para dar inicio a sus diálogos.

Una tarde se puso a contar a los niños, de sus acaloradas caminatas por la playa Salinas, por playa Marin, decía de un viejo pescador que lloraba sentado al borde de un despeñadero, su llanto eran tan largo que se escuchaba varios kilómetros a la redonda, tan penoso que todas las olas se estacionaban solemnemente frente a él, en señal de complicidad y de solidaridad por su dolor. Apenados por la historia que narraba la lagartija, los ojos de los niños se pusieron llorosos, entre tanto, la lagartija seguía con su noble relato del triste pescador, pero cuando ya iba a finalizar la historia, el sol se ocultó estrepitosamente y calló una negra oscuridad sobre el cielo de la villa y en medio de la oscuridad, los niños y la lagartija aturdidos, no sabían qué hacer, uno de los niños, cogió a la lagartija y la cubrió entre sus manos para que no dañaran a sus ojos la densa oscuridad y se encaminó hacia el norte de la villa, solo, en caminata fúnebre, la lagartija se silenció por completo y el niño le susurraba palabras de aliento para que se sienta cómoda entre las palmas de sus manos.

Se entremezclaron con el desierto y muy cerca del mar el niño baja sus manos hacia el suelo y deposita con amabilidad prodigiosa a la lagartija, para que ella tome el rumbo hacia su covacha, aturdida y casi ciega por el atardecer estrepitoso la lagartija se queda estática y pronuncia la más celebrada palabra de cordialidad: gracias.
El niño oye la despedida y se vuelve corriendo hacia la villa antes que la noche haga más oscuridad en sus ojos.
La lagartija se quedó ahí, inmovilizada, luego de varios minutos, cuando ya no tuvo nada qué hacer, se movió en sentido contrario, dirigiendo sus ojos hacia el Este del punto cardinal y ahí se quedó para siempre.
La mañana del otro día, esperaban como siempre, los niños de la villa a que llegase la lagartija a terminar de contar la historia del triste pescador, dieron las cinco de la tarde y la lagartija no apareció, uno de los niños sugirió que fueran a ver donde había sido dejado por la tarde del día anterior y se encaminaron al lugar, y cuando llegaron al paraje desertico, solo hallaron un cerro colorado en forma de lagartija mirando al Este del punto cardinal. Desde ahí, los niños esperan que alguien les termine de contar la historia del triste pescador, mientras el nuevo cerro lagartija quedose para siempre mirando al Este del punto cardinal y teniendo como nuevos vecinos a los niños del barrio del pueblo joven La Victoria.

lunes, octubre 09, 2006

EL PASADO Y EL PORVENIR DE MI BARRIO...

Luego de varios días depresivos y agobios invernales, siento escribir sobre la finura paciencia de mi barrio lejano. De ese barrio que se acuesta con la osadía de despertar siempre mirando al sol y estrujar su melodiosa voz para ser mas ecuánime en su vida diaria.

Santo Domingo es el barrio de mis infantiles pasiones, de esos juegos sanos y divertidos que solíamos practicar con los muchachos de nuestra época. Entre ellos papilocchi Medina, el amigo más cercano y austero que tuve en mi infancia.

En ese barrio se emularon el principio de mis amores. Donde mis ojos miraron y para siempre, a la mujer que más tarde seria la que acompañara las rutas de mi vida. La que me entumeciera con sus besos en placidas madrugadas, bajo la luz opaca de las farolas callejeras o sumergidos en la oscuridad de la sala de la casa de papá Manuel.

Es un barrio pequeño donde todos somos vecinos y nos saludamos llamándonos nuestros nombres, o los apodos que casi siempre no faltan entre los amiguetes de la vecindad, donde los muchachos se apuestan en todas las esquinas en mendrugo diálogo sobre temas deportivos o de la cheleada de unos días atrás, que termino en bronca.

En Santo Domingo surgieron los más preclaros cómicos que haya podido tener toda la provincia de Huarmey, la generación de la comicidad se empezó a gestar entre los años 70, con la aparición de Luque Barrientos, quien a dejado una escuela muy florecida y hay quienes todavía siguen sus pasos, como los famosos payasos: Tofecito, Cebollita, Sopita, Calambrito, entre otros… todos ellos alguna vez vivieron en mi barrio.

Transcurrió toda mi infancia en un barrio tan noble como el propio silencio en los oídos de los sordos.
Bebí de su salubre aire de mar, que cae a las narices antes que cante el gallo, de su paciente espera a las voluntades ediles, de su polvareda gris que cada tarde cortejaba los cabellos negros y largos de las muchachas de pasos cadenciosos, de rostros trigueños y de miradas luminosas.

Todos los recuerdos que asolan mi memoria en éste recuento de vida, yacen completamente augusto en mis actuales días de inmigrante peruano en tierras españolas; desde aquí, desde éste Madrid prospero, no dejo de pensar en esas calles que inundan los zapatos de polvo, porque pasado más de 35 años de fundación, no a existido ningún varón osado para hacer de sus calles polvorientas, caminos asfaltados; pasaron como autoridades, gente de todo nivel y rango: dirigentes pesqueros, más de un agricultor, profesores, gente sin peso ni paso, ni oficio, advenedizos al pueblo, un veterinario, a quien solían llamarle doctor, comerciantes, profesor de universidad, pero a ninguno de ellos le interesó asfaltar sus calles, es ya 2006 y en mi barrio los niños siguen respirando el polvo del viento de la tarde, la gente que suele ir de paseo a la ciudad, antes de dar el primer paso hacia la calle, suspiran por sus zapatos de tacos o de tacón o sus zapatillas porque ya son presa de la tierra y el polvo que hay en sus calles, y esto es una historia dura para quien a transcurrido toda su vida en ese barrio, duele ver que nadie toma en cuenta ese problema de salud.


Espero que alguien se acuerde que hacia el lado norte de nuestra ciudad, hay tres barrios que necesitan de la prosperidad y el desarrollo.

domingo, octubre 08, 2006

UN BOLERO ES...

Un bolero es... una cantina llena de ebrios solitarios, de hombres solos amontonados alrededor de una meza, disvariando más que discutiendo de cosas ingratas y fomentando recuerdos, diseñando planes que nunca serán cumplidas.

Un bolero es... un llorar de angustia, una voz rota en medio de una botella vacia, una mañana con ceviche, un amigo que erupta , una fuente del mixto más famoso del puerto, puesta en la meza entre puchos de cigarrillos, y desparramadas gotas de la rubia mas fértil de mi patria peruana.

Un bolero es... el nombre de Regina, mi bella Guadalupe, mis 17 años idos al precipicio adusto de los recuerdos, un desprecio de la mujer amada, una desesperacion tirada al borde del camino y arrollada por el mototaxista más guapo del clan.

Un bolero es... el almuerzo embutido a la hora de la cena o la cena glotoneado en mitad de la madrugada, un caldo de gallina en los kioskos de triplay màs austeros de mi tierra, un rocoto huaracino o un aji pinguita de mono nadando en medio del caldo que tanto gusta a Juancho; el agradable papacashqui.

Un bolero es... una tinta roja, un buen señor magistrado o una virgen esperando en la puerta del burdel más barato de la calle La Montera en Madrid.


Un bolero es.. el amor de Regina en mis años de juventud, sus besos de ella al borde de la playa salinas o una caricia de mi madre en mis más feroces resacas.

Un bolero es... la mayonesa bordeando el contorno de nuestros labios luego de saborear una amburguesa a la huarmeyana.

Un bolero es... un tiro de gracia al corazon más debil, una mirada perdida al culo mas gordo que a sacudido un pedo en silencio por su viaje casero por la plaza independencia.

Un bolero es... un morir a diario, un amar en demasía, un querer estar a lado de la hembra más querida de nuestras vidas.

Un bolero es... el borracho más famoso de mi barrio.

Un bolero es... la mejor cancion de nuestras vidas.

Salud...

Mozo deme otra copa,
esta noche quiero beber,
esta noche quiero acabar
con el recuerdo de su amor,

mozo deme otra copa,
esta noche quiero beber
esta noche yo quiero ahogar,
mis penas mi quebranto
...
se fue, se fue,
no se porque,
no se con quien.
dejandome muy triste y sin razon
con el recuerdo de su amor
por eso mozo deme otra copa
salud...
...

EL CADAVER QUE TE MIRA

No porque me fui estoy lejos, estoy aqui para crecer contigo...