lunes, octubre 09, 2006

EL PASADO Y EL PORVENIR DE MI BARRIO...

Luego de varios días depresivos y agobios invernales, siento escribir sobre la finura paciencia de mi barrio lejano. De ese barrio que se acuesta con la osadía de despertar siempre mirando al sol y estrujar su melodiosa voz para ser mas ecuánime en su vida diaria.

Santo Domingo es el barrio de mis infantiles pasiones, de esos juegos sanos y divertidos que solíamos practicar con los muchachos de nuestra época. Entre ellos papilocchi Medina, el amigo más cercano y austero que tuve en mi infancia.

En ese barrio se emularon el principio de mis amores. Donde mis ojos miraron y para siempre, a la mujer que más tarde seria la que acompañara las rutas de mi vida. La que me entumeciera con sus besos en placidas madrugadas, bajo la luz opaca de las farolas callejeras o sumergidos en la oscuridad de la sala de la casa de papá Manuel.

Es un barrio pequeño donde todos somos vecinos y nos saludamos llamándonos nuestros nombres, o los apodos que casi siempre no faltan entre los amiguetes de la vecindad, donde los muchachos se apuestan en todas las esquinas en mendrugo diálogo sobre temas deportivos o de la cheleada de unos días atrás, que termino en bronca.

En Santo Domingo surgieron los más preclaros cómicos que haya podido tener toda la provincia de Huarmey, la generación de la comicidad se empezó a gestar entre los años 70, con la aparición de Luque Barrientos, quien a dejado una escuela muy florecida y hay quienes todavía siguen sus pasos, como los famosos payasos: Tofecito, Cebollita, Sopita, Calambrito, entre otros… todos ellos alguna vez vivieron en mi barrio.

Transcurrió toda mi infancia en un barrio tan noble como el propio silencio en los oídos de los sordos.
Bebí de su salubre aire de mar, que cae a las narices antes que cante el gallo, de su paciente espera a las voluntades ediles, de su polvareda gris que cada tarde cortejaba los cabellos negros y largos de las muchachas de pasos cadenciosos, de rostros trigueños y de miradas luminosas.

Todos los recuerdos que asolan mi memoria en éste recuento de vida, yacen completamente augusto en mis actuales días de inmigrante peruano en tierras españolas; desde aquí, desde éste Madrid prospero, no dejo de pensar en esas calles que inundan los zapatos de polvo, porque pasado más de 35 años de fundación, no a existido ningún varón osado para hacer de sus calles polvorientas, caminos asfaltados; pasaron como autoridades, gente de todo nivel y rango: dirigentes pesqueros, más de un agricultor, profesores, gente sin peso ni paso, ni oficio, advenedizos al pueblo, un veterinario, a quien solían llamarle doctor, comerciantes, profesor de universidad, pero a ninguno de ellos le interesó asfaltar sus calles, es ya 2006 y en mi barrio los niños siguen respirando el polvo del viento de la tarde, la gente que suele ir de paseo a la ciudad, antes de dar el primer paso hacia la calle, suspiran por sus zapatos de tacos o de tacón o sus zapatillas porque ya son presa de la tierra y el polvo que hay en sus calles, y esto es una historia dura para quien a transcurrido toda su vida en ese barrio, duele ver que nadie toma en cuenta ese problema de salud.


Espero que alguien se acuerde que hacia el lado norte de nuestra ciudad, hay tres barrios que necesitan de la prosperidad y el desarrollo.

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