Madrid, Mayo 2005
Evocar nuestra adolescencia, es incluir en esa evocación al colegio donde pasamos parte del tiempo que dura esa etapa florida de nuestra vida. Posiblemente nuestra adolescencia se haya formalizado como tal dentro de un aula, porque en ella, vivieron nuestros primeros bosquejos de adolescentes suspicaces, audaces y hasta melancólicos; muchas veces, buscando las relaciones interpersonales con compañeros del sexo opuesto, porque una de las características síquicas de la adolescencia es esa, la del enamoramiento, la de ser un constante protagonistas de aventuras experimentales que muchas veces, terminan en errores, pero que eso nos permite ir diseñando nuestra personalidad, que marcará nuestra vida social, dentro de nuestra grupo comunitario.
Garcilazo, como centro educativo, ha valido a muchas generaciones para que se formen y vean llegar, con paso de ave quisquillosa, a su adolescencia… en esas aulas garcilasinas merodean desde siempre, muchos ósculos de amores estruendosos y veloces. Abrazos tormentosos que nacieron de solo una buena palabra o de la simple palomillada del galante alumno, a veces se pierde otras se gana, desde ahí, ya vamos sabiendo que la vida es un ganar o un perder, entendiendo que nuestras vidas transcurrirá siempre, entre dos caminos, la de perder o la de ganar. En el amor, siempre hay que saber perder o saber ganar… de eso aprendemos todos los que alguna vez, supimos enamorarnos, y Garcilazo, también para eso nos a servido y aun sigue sirviendo a las nuevas generaciones que hoy cobija en sus aulas, porque no aceptar que un colegio sirve para saber lo que es un beso, es auscultar una realidad, de la cual todos los que fuimos alumnos alguna vez, muy bien que lo sabemos. Y muy bien viene a formar parte de nuestro historial personal, cuando empezamos a hablar y/o a contar de nuestras vivencias de muchacho colegial.
Garcilazo, como centro educativo, ha valido a muchas generaciones para que se formen y vean llegar, con paso de ave quisquillosa, a su adolescencia… en esas aulas garcilasinas merodean desde siempre, muchos ósculos de amores estruendosos y veloces. Abrazos tormentosos que nacieron de solo una buena palabra o de la simple palomillada del galante alumno, a veces se pierde otras se gana, desde ahí, ya vamos sabiendo que la vida es un ganar o un perder, entendiendo que nuestras vidas transcurrirá siempre, entre dos caminos, la de perder o la de ganar. En el amor, siempre hay que saber perder o saber ganar… de eso aprendemos todos los que alguna vez, supimos enamorarnos, y Garcilazo, también para eso nos a servido y aun sigue sirviendo a las nuevas generaciones que hoy cobija en sus aulas, porque no aceptar que un colegio sirve para saber lo que es un beso, es auscultar una realidad, de la cual todos los que fuimos alumnos alguna vez, muy bien que lo sabemos. Y muy bien viene a formar parte de nuestro historial personal, cuando empezamos a hablar y/o a contar de nuestras vivencias de muchacho colegial.
Garcilazo es mi ex - colegio y también es el ex – lugar en donde aprendí a saber lo que es un beso… hoy los adolescentes aman de la misma manera que se amaba desde el principio en que se inauguro el amor, en los forestales y longevos tiempos.
En un colegio se aprende todas las materias de la vida, las que nos servirán para hacer más caminables nuestros senderos. El amor es uno de las mejores cosas que debemos aprender, porque en el mundo hace mucha falta, saber lo que es el amor… porque si tienes amor, tienes todo… y por eso, ésta evocación garcilasina, para discernir sobre la importancia del amor… y yo empecé amando en Garcilaso, quizá como tú, como todo ex – estudiante secundario.
En un colegio se aprende todas las materias de la vida, las que nos servirán para hacer más caminables nuestros senderos. El amor es uno de las mejores cosas que debemos aprender, porque en el mundo hace mucha falta, saber lo que es el amor… porque si tienes amor, tienes todo… y por eso, ésta evocación garcilasina, para discernir sobre la importancia del amor… y yo empecé amando en Garcilaso, quizá como tú, como todo ex – estudiante secundario.
Además, esta evocación es para llenar de gloria al colegio que departió conmigo, muchas vivencias, muchas horas de ensueños y de jolgorio.
Garcilazo, es el colegio de mis años juveniles, de esos años que se fueron pateando latas, desbordando alegrías, suspirando platónicamente por la chica del cabello lacio-castaño, de falda larga, de manos delgadas y ojos pequeños, como dos perlas encendidas, que se iba de mi, como se va un chorro de agua por el cuerpo… así, dejándome húmedo con silencio y su indiferencia… pero se iba, se iba sola, sin dejarme ni siquiera una sonrisa sobre el césped de los jardines de mis lamentos, arrinconado en mis desvaríos y mis angustias, de querer saber el sabor de sus labios, de la fragancia rebosante de su pecho, pero nunca fue posible. Se fue con mi sueño.
Garcilazo, es el colegio de mis años juveniles, de esos años que se fueron pateando latas, desbordando alegrías, suspirando platónicamente por la chica del cabello lacio-castaño, de falda larga, de manos delgadas y ojos pequeños, como dos perlas encendidas, que se iba de mi, como se va un chorro de agua por el cuerpo… así, dejándome húmedo con silencio y su indiferencia… pero se iba, se iba sola, sin dejarme ni siquiera una sonrisa sobre el césped de los jardines de mis lamentos, arrinconado en mis desvaríos y mis angustias, de querer saber el sabor de sus labios, de la fragancia rebosante de su pecho, pero nunca fue posible. Se fue con mi sueño.
Siempre que se hable de mi ex – colegio, recordaré de mis años color de manzana, color de carcajada. Porque desde Garcilazo, aprendí a sentir que los besos también son dulces, cuando se besa con la salvedad, de que besando, estas construyendo las diapositivas que proyectaras en tu vida, con un promontorio de ilusiones, que resguardaran con viejas ilusiones en el momento de tus mas conmovedores recuerdos. Porque besando también, te sientes el mejor y el bien amado y más aún, cuando se tiene la edad de la ilusión primera; el beso, es una buena forma de moldear nuestros sentimientos y hacernos cada día, feligreses del amor y con ello devotos de la paz.
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