domingo, marzo 01, 2009
MARZO EN LA MITAD DE SUS DIAS (Verano del 98)
Nueve y quince de la noche, Juan Navarro y el poeta caminan a orillas de río Huarmey, hablan del niño y de sus travesuras, solo la luna miraba de lejos, había miedo en la oscuridad, Juan como siempre pedía la paz a las aguas y las aguas rugían, las aguas crecían, no había manera de poder evitarlo, pero aún así, los dos amigos caminaban en medio de la noche entre montes y piedras de río.
Marzo en la mitad de sus dias.
La noticia se regaba por todo el pueblo, se desperdigaba como bala perdida y la noticia preocupaba a los pobladores del apacible pueblo de Huarmey, era el 98, Pocho Chang era el Alcalde y la ciudad había sido inundada de grillos y zancudos.
Siempre los zancudos en épocas de verano y siempre el verano con su caluroso sol que arde y quema la piel trigueña y morena del porteño huarmeyano.
Los comentarios eran diversos como diversos eran los daños que hasta ese entonces había ocasionado el niño.
Los malos rumores entraban por las ventanas y llenaban las casas, abarrotaban las habitaciones de temor y pánico. La campana del templo en lo alto presto para chirriar y chirrió una madrugada levantando a casi todo el pueblo, los perros ladraban, los gatos maullaban desde su orgullo felino, la gente corría, los mototaxistas y sus sonidos estridentes se dirigían de un lado para otro, una diversidad de comentarios se escuchaba esa madrugada. La curiosidad llamaba de lejos, entonces los adultos: entre hombres y mujeres, poblaban de pasos largos, temerosos y ligeros las diversas arterias que colindaban con la Av. Olivar. Por esa avenida, se veían puertas cercadas con muros de ladrillos, con costales blancos conteniendo arena, por allí transitaba la gente, se le llamaba entonces la Av. de la oscuridad y la preocupacion.
Por allí se llegaba y se sigue llegando al puente, por donde se ingresa al recientemente reconocido asentamiento humano "Buenos Aires"; antiguo barrio de Huarmey, que todavía guarda algunas casas con arquitectura española o de gusto español.
La noche estaba en su máximo esplendor y la preocupación crecía en los ojos de la gente, que dispuestos a todo, colmaban la ribera norte del río Huarmey.
Muchos comentarios salían de la boca de los curiosos, el río crecía como una enorme serpiente, espeluznante y apática, rugía y daba voces amenazantes.
La gente iba y venía, pero eran más de los que llegaban que los que se iban, muchos esperaban el desenlace final. Mientras tanto, rezos y oraciones se dejaban oír silenciosamente por el aíre, aíre de nocturnidad y miedo, de espasmos y ladridos de perro.
Era marzo en la mitad de sus días.
Marzo de verano y con un Niño terrible como inquilino. Muchos hombres del Perú se habían puesto de pie con campañas de solidaridad, pero en Huarmey la noche continuaba y el calor era sofocante en la oscuridad, mientras tanto el río crecía como una tormenta en medio de la desesperación y el miedo, la gente del pueblo encima del puente "Buenos Aires" permanecia de pie observando el paso de las aguas, aguas con sonidos de barro.
Mototaxistas cargados a sua pasajeros llegaban y alumbraban el puente y la desesperación era un pasajero más de los pobladores de la noche.
Entre tanta desesperación y miedo todavía quedaba espacio para transitar y parejas de enamorados aprovechaban la noche y se sentaban a orillas del río, diciendose no sé qué palabras, suponemos palabras de amor, porque para amarse se ha hecho la noche y porque el amor, el miedo y la desesperación es una fantasía.
Mientras la luna allá arriba, andaba a ciegas.
Era marzo y el niño amenazaba, no había forma de evitarlo, lo único que quedaba era esperar el día, pero al final ese día nunca llegó, la ciudad se salvó de ser inundada, pero Marzo habrá todos los años y el río traerá sus aguas con sus sonidos de barro.
Otros serán los tiempos, otros serán los hombres.
(Texto extraído del Folleto, titulado: HUARMEY: DE SUS HISTORIAS Y COSTUMBRES. publicado en Enero de 1999)
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